martes, 28 de febrero de 2012

El undécimo trabajo de Hércules



   Al no considerar Euristeo como válidos dos de los diez trabajos que había impuesto a Hércules le impuso dos nuevas tareas, la primera consistía en recoger los frutos del manzano de oro, regalo de bodas de la Madre Tierra a la dios Hera, esposa de Zeus. Este manzano estaba plantado en un jardín situado en el extremo norte de la tierra, custodiado por las ninfas Hespérides –hijas del titán Atlante, castigado por Zeus a sostener eternamente la bóveda del cielo- y el dragón Ladón, monstruo de cien cabezas hijo de Tifón y Equidna.
   Hércules no sabía como llegar al jardín por lo que se dirigió hacia Iliria en busca del dios Nereo, conocedor del secreto, a quien obligó a que le dijera exactamente donde se encontraba dicho jardín. Al pasar por el Cáucaso, Hércules se encontró con Prometeo, quien por haber entregado el fuego a los hombres, había sido castigado por Zeus a una terrible tortura: encadenado a una montaña, un águila monstruosa lo atacaba a diario y le devoraba el hígado que crecía de nuevo a irse el águila. Hércules mató al águila de un flechazo y liberó a Prometeo quien, en agradecimiento, desveló a Hércules el secreto de cómo obtener las manzanas: no debía ser él quien arrancase las manzanas del árbol, sino Atlante, y avisó a Hércules que no debía aceptar la propuesta que Atlante le haría a continuación.
   Atlante estaba dispuesto a cualquier cosa con tal de librarse aunque sólo fuese por unos momentos de la terrible carga que soportaba, entonces Hércules le propuso sostener la bóveda mientras él traía las manzanas de oro; como Atlante temía al dragón Ladón, Hércules lo mató con una flecha sosteniendo luego la bóveda mientras Atlante cogía las manzanas. Éste, feliz de verse liberado de su carga propuso a Hércules llevar él mismo las manzanas a Euristeo. Hércules, recordando la advertencia de Prometeo fingió estar de acuerdo y pidió a Atlante que se hiciese cargo del peso durante unos momentos mientras él se colocaba una almohadilla en la cabeza para estar más cómodo. Atlante dejó las manzanas en el suelo y volvió a soportar su carga. Hércules cogió las manzanas y se despidió de él, dejándolo de nuevo con su carga.
   Tras vivir una serie de aventuras en Libia y Egipto Hércules regresó a Micenas donde entregó las manzanas a Euristeo, quien las devolvió a Hera y dio por finalizado este trabajo.

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